12.4.07

¿Vale la pena preservar la belleza?


(El cosmonauta soviético, a bordo de la Vostok 1. Recurso: news.bbc.co.uk)

"Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos".

¿Frase dicha por algún ecologista del nuevo milenio? ¿Afirmación de algún político?

NO.

La frase es atribuida al cosmonauta soviético Yuri Gagarin, quien un 12 de abril, como hoy, pero de 1961, se convertía en el primer ser humano que incursionaba en el espacio exterior.

¡Toda una hazaña, qué duda cabe!

Con su estatura de 1 metro con 57 centímetros, este piloto que tuvo que mantener tal sigilo antes y durante su misión hacia el espacio, de modo que ni su madre debía ser dato alguno, Gagarin se acomodó perfectamente dentro del ingenio aeronáutico de la Unión Soviética, y pudo ver maravillado a la gran 'canica azul' en toda su deslumbrante expresión planetaria.

Alguna vez he llegado a escuchar que para qué diablos sirve estudiar fechas, datos, batallas, acuerdos, tratados, invasiones, museos. Fotos de esculturas de sepa qué civilización. Cuadros y retablos. Libros sobre gente que vivió hace miles o cientos de años.

Pues, como bien ha dicho un buen amigo, para no repetir los mismos errores cometidos en la antigüedad (y eso es válido para los diversos pueblos del mundo, para los líderes y para los anónimos, para los que tienen los reflectores políticos y culturales y para quienes en su vida han podido decir algo en favor o en contra de su cultura, de su escuela, de su país).

Es realmente fascinante volver a maravillarse por un logro tan relevante como el de los 'rusos', quienes a fin de cuentas colocaron un hombre en el espacio a principios de 1960. Y Yuri Gagarin tuvo los arrestos suficientes para cumplir a cabalidad semejante misión.

Años más tarde, los soviéticos siguieron echando mano de sus funcionales cohetes (los Soyuz, me parece), pero no siempre tuvieron éxito. Muchas vidas, al igual que en el caso de los astronautas estadounidenses, se perdieron por ese 'ensayo y error' de los ingenieros aeroespaciales... y no es por excusarlos, pero qué carambas, ¡eran los pioneros de los viajes fuera de la Tierra! ¡Eran los primeros en adentrarse en el espacio! Es claro que debieron aprender de sus experiencias fallidas para poder progresar en sus afanes y alcanzar desarrollos como los de la Estación Espacial (en el caso soviético), y la llegada del hombre a la Luna con los proyectos Apolo, en el caso de los norteamericanos.

Y dados los lamentables progresos en cuestión armamentista nuclear (India, China, EE UU, Paquistán, Irán), esperemos que los líderes del mundo recuerden la frase de Gagarin. No se carguen la belleza, y con ella, nos manden a todos al basurero de la Vía Láctea.

¿Vale la pena preservar la belleza vista por el cosmonauta en 1961? Sí.

4.4.07

Richards+cenizas=absurdo




(El ingenioso Dude. Fuente: carteles.metropoliglobal.com)

(El eterno, pirado, y increíblemente longevo guitarrista de los Stones. Fuente: www.altmanphoto.com)

Hace algunas semanas, los que creemos en Jesucristo recordamos aquella frase y reflexión de que nuestro cuerpo no dura para siempre (qué bueno), concentrada en las palabras: Cenizas a las cenizas, polvo somos y en polvo nos convertiremos.

Cada persona, ya se sabe, tiene total libertad de creer o no creer en lo que desee. En mi caso, espero que al final de mi vida haya algo más, no sé bien qué, pero sí sé que mi cuerpo se habrá transformado y dejado de ser lo que era, y deseablemente mi alma habitará otra esfera, en espíritu.

Además, cada cultura en la Tierra tiene, a su modo, un respeto muy particular por sus antepasados fallecidos: los honra con ofrendas, con objetos que le eran preciados al difunto, con cantos, con fotografías, estatuillas, utensilios, esencias y un largo etcétera.

Sin embargo, no puedo dejar de recordar un hecho perturbador: una cosa es que, en la excelente cinta -en la ficción- de los hermanos Coen El gran Lebowski (The Big Lebowski, EE UU, 1998), las cenizas del absurdamente muerto Donnie (Steve Buscemi) sean tontamente vertidas desde un risco hacia el mar, desde una lata de café Folgers, por W. Sobchak (John Goodman), para luego empolvarle la cara al Dude (el estupendo Jeff Bridges). Y otra, muy otra, es la idiotez cometida por el eterno y me-sorprende-que-siga-moviéndose guitarrista de los Rolling Stones, el inglés Keith Richards.


Richards, quien tendrá miles de aficionados por su asombrosa longevidad como guitarra y mancuerna del bocazas Mick Jagger (llegar a esa edad, delgado y con cabello, ¡guau! Mucho ejercicio, dieta e injertos capilares, ¡bueno!), tuvo a bien ser noticia apenas ayer. Sucede que, según escuché, tuvo la ocurrencia de mezclar cocaína con las cenizas de su padre, ¡para luego inhalarlas!

A mí en principio me provocó una enorme carcajada, por lo absurdo del hecho. Luego, digo: ¡no puede ser! Este inglés, devenido Pirata del Caribe en la entrega fílmica que se estrenará en el verano de 2007, hasta donde sé, es capaz de tales barbaridades, y ¡como si cualquier cosa!

Lo creo: la fama, el dinero, el poder, no dan mucho sentido común a quienes no lo ostentan demasiado con sus actos.